
- Me organizo: Si voy a llenar el lavavajillas, voy metiendo en él las ollas, cucharas y demás utensilios mientras cocino y si voy a lavar a mano, lleno el fregadero de agua caliente y jabón para poner todo en remojo. La tabla de cortar carnes y verduras la lavo enseguida y si saco el libro de recetas, éste vuelve a su lugar tan pronto haya terminado de usarlo. De esta manera, para cuando tengo que servir la comida, tengo ya todo guardado y casi todas las vasijas limpias.
- Mantengo las mesas despejadas: Siempre me incliné por el minimalismo cuyo manifiesto máximo es “Menos es más”. Por ello en las superficies de mis mesas procuro tener solo los electrodomésticos de uso diario. El área despejada le da a mi cocina un aspecto más armonioso y me permite limpiar sin tener que estar moviendo las cosas de un lado para el otro.
- Creé un área de juego: Tengo un niño de un año que adora abrir cajones desparramando todo por el piso. Por eso, para evitar que toda mi cocina sea un caos; él tiene su propio cajón con platos y vasos de plástico que puede desordenar desenfrenadamente.
- Aprovecho las llamadas telefónicas: Cada vez que hablo por teléfono limpio mi nevera y demás electrodomésticos de acero inoxidable. Pasarles una servilleta de papel con limpiador de vidrio asiduamente les quita las huellas dactilares de todos los miembros de mi familia, les da brillo y hace lucir mi cocina impecable.
- Barro después de cada comida: Paso un trapo a la mesa y con la escoba saco toda miga y resto de comida del piso. Es un hábito clave que requiere menos de cinco minutos y hace una gran diferencia (aunque debo reconocer que mi perra me ayuda muchísimo con este último tip)
Con estos pasos mi vida es más simple y me da placer compartir con mi familia mi cocina impecable. ¿Cuáles son tus hábitos para lograrlo también?
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